24 de nov. 2017

Wlkie Collins i l’opi

portada de l'bra de Thomas de Quincey publicada l'any 1822


 “El concepto de la droga como detonante de la creación literaria conoce antecedentes fabricados en ocasiones por el propio autor. Un ejemplo ilustre: Wilkie Collins y La piedra lunar. (…) El desarrollo de la composición de “La piedra lunar” –afirma Alethea Hayter en "Opium and the Romantic Imagination"– es una de las demostraciones  "más terminantes de cómo un escritor concibe una obra maestra bajo el imperio del opio". Este aserto se basa en conversaciones de Collins recogidas por amigos y en lo que él afirma en el prólogo de la obra, es decir: durante la escritura de la novela sufría fuertes dolores por su gota reumática y los aliviaba con mucho láudano, ese extracto de opio ingerible en vino blanco y especias.”

”Collins dictaba su invención a un secretario –prosigue Hayter– que terminó renunciando al empleo porque no soportaba el espectáculo del escritor acuñando personajes y episodios entre gritos y gemidos. Lo mismo sucedió con el secretario siguiente, hasta que una mujer tomó el relevo y llevó a buen puerto la tarea.  Según esta versión, Collins,  una vez repuesto,  no reconoció el manuscrito y se mostró asombrado por el final,  que en verdad es asombroso.  El hecho de que "esta novela, rigurosamente construida y controlada, pudo ser escrita en tales condiciones destruye la teoría de que el opio impide necesariamente que un escritor haga su trabajo", concluye Alethea.”

“La verdad sería más bien otra: hace unos 20 años la investigadora estadounidense Sue Lonoff revisó el manuscrito de La piedra lunar y encontró que sólo siete de sus 413 páginas no pertenecen a la mano de Collins.  El resto,  con excepción de 11 páginas a lápiz,  recoge la nítida escritura en tinta del autor y registra sus correcciones,  agregados y tachaduras.  Se disipa la leyenda de los amanuenses espantados.  Y si,  como parece Collins mismo fabricó la versión, no hizo más que repetir la especie de Walter Scott dictando La novia de Lammermoor desde la cama,  apagando sus graves dolores de estómago con la ingestión de cantidades industriales de láudano.  Así lo contaba Walter Scott.  Pero las cuatro quintas partes del manuscrito de esa novela están fijadas por la mano del autor.” 

“¿Por qué Scott y Collins y otros novelistas que escribían después de la experiencia de la droga,  no durante,  practicaron además esa ficción? ¿Enaltecían su adicción pretendiéndola al servicio del arte? ¿Disimular las dificultades, angustias, vacíos y padecimientos de tan duro oficio,  para llamarlo de algún modo?  El opio y la morfina no saben escribir.”


Juan Gelman, poeta argentino

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada