3 de set. 2017

yukio mishima, poema

Yukio Mishima nació, vivió y murió en una época de profundas transformaciones que afectaron a todo el mundo y, por supuesto, también a Japón.  Éstos habían empezado en 1853,  con la apertura del Japón al resto del mundo, reforzados,  en 1868,  con la Restauración Imperial Meiji y la abolición del Shogunato Tokugawa. El país iniciaba un proceso de modernización que era sinónimo de "occidentalización": trocar un país rural y señorial en una potencia industrial, militar y expansionista. Este proceso le llevaría a participar en la Primera Guerra Mundial, a un expansionismo militar y territorial salvaje  en la China y,  finalmente,  a su alianza con la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y su derrota en agosto de 1945.  Tras el conflicto, y a pesar de la derrota, Japón se convirtió rápidamente en una gran potencia económica,  en un proceso de rápida modernización-occidentalización,  la cual causo la airada reacción de una parte de la intelectualidad del país, ya que consideraban que en el proceso se estaba ahogando el alma japonesa, simbolizada en la forzada privación de su esencia divina al emperador,  transformándolo en simple ser humano tras el final de la guerra.

Un aparte de la obra de Mishima consistió en  buscar y revitalizar aquello que él consideraba como el alma de Japón, encarnada en los valores (idealizados) y en el espíritu de los samuráis,  para aplicarlos al Japón moderno.

El poema que transcribimos, ICARO,  forma parte de su libro El sol y  el acero,  obra de 1967. En la misma encontramos la expresión de muchas de las contradictorias y sutiles líneas de fuerza que configuran el complejo y singular pensamiento del escritor.  El culto del cuerpo como trasunto y complemento del culto del espíritu, la dolorosa contradicción entre palabra y acción, o la delgada, casi imperceptible frontera entre vida y muerte, son algunos de los motivos que articulan el texto.

ICARO

¿Acaso pertenezco al cielo?
¿Por qué, de no ser así,
el Cielo me ha determinado
con su incesante mirada azul,
induciéndome a avanzar y
elevando mi mente
hasta las cúspides,
me ha lanzado
a las últimas alturas
por encima de lo humano?
¿Por qué, si el equilibrio
y el vuelo han sido estrictamente calculados
con la mejor razón,
de tal modo que por imperio de
lo correcto-
por qué, no obstante, la vehemencia
por el ascenso
parece tan cercana a la locura?
Nada me satisface. La novedad
terrena muere pronto.
Pero yo soy impulsado más alto y
más alto, en la inestabilidad, hasta
llegar al resplandor del sol.
¿Por qué esos rayos de la razón
me queman, me destruyen?
Las poblaciones
y los arroyos serpentinos,
allá abajo,
son tolerables
mientras más nos alejamos.
Porque quieren persuadirme,
me ruegan, me argumentan
para que ame a los humanos
cuando son tan insignificantes
desde lejos- si el amor
nunca será la meta,
ni lo ha sido; ¿Podría entonces
yo pertenecer al Cielo?
No envidio la libertad del ave
ni ansío la cómoda naturaleza,
tampoco busco en la nada
la salvación
ante la extraña aflicción
por las alturas; antes bien,
mientras más me elevo
entro a las inmensas profundidades
del Cielo azul.
Desprecio todas las joyas naturales
porque están muy lejanas
del supremo placer.
Me deslumbra el vértigo
incandescente
de las alas de cera.
¿O acaso, después de todo,
pertenezco a la tierra?
¿Y por qué, si fuera así,
la Tierra se afana
en hacerme caer, y
no me deja pensar ni sentir?
¿Por qué La Tierra, indolente y
blanda, me llama con golpes
de platillos de acero?
¿para mostrarme que soy blando?
La Naturaleza me lleva al hogar
para que yo caiga,
mas no para que vuele.
La Naturaleza pertenece
a las cosas ordinarias.
¿Qué es más genuino, desde lo alto,
que mi pasión imponderable?
¿El azul del Cielo
es nada más que un sueño?
¿La Tierra, a la que pertenecí,
tramó, a nombre de lo efímero,
la intoxicación blanca y caliente
que acaba en un solo momento
con las alas de cera?
El cielo me castigó
por no haber creído en mí,
o por haber creído
demasiado; me comió el ansia
por encontrar la lealtad, o por
soberbia creí saberlo todo.
¿Y sólo por que he querido volar
a los confines
de los mundos conocido y
desconocido? Mundos
que se hacen uno
en el fragmento azul
de una idea.


Yukio Mishima

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