20 d’ag. 2017

nous ulises

“El síndrome de Ulises
Santiago Gamboa
Seix Barral. 2005

La novela de Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) pretende ser como el reverso del libro de Hemingway, París era una fiesta, publicada póstumamente en 1964, que recuerda sus años juveniles.

De hecho, el autor colombiano descubre, casi al final de la novela, un nuevo síndrome: “Aún no había sido bautizado como el síndrome del inmigrante o síndrome de Ulises”, tras el suicidio del norcoreano Jung, quien consigue que su esposa, recluida en un manicomio en su país, llegue hasta París al tiempo que él se suicida. Pero el protagonista es un escritor colombiano que sobrevive en una inhóspita ciudad dando clases de español y trabajando dos noches por semana de lavaplatos en un restaurante oriental, junto al futuro suicida. Tal vez el mayor mérito del relato reside en ofrecer una sórdida imagen de un París poco festivo, refugio de tantos escritores hispanoamericanos y del propio Gamboa, quien cursó, como su héroe, algunas clases en la Sorbona. Este colombiano va descubriendo a su alrededor un mundo de exiliados árabes, subsaharianos y europeos del Este que viven en penosas condiciones.

Para construir el relato se sirve de una técnica rudimentaria. Cada personaje se presenta a sí mismo en primera persona, contrapunteando la narración, que utiliza la fórmula de la rueda como ya hiciera Luis Romero en La noria (1952), la lejana novela que Gamboa, supongo,  ignora. Sin embargo, parte del relato se torna en detectivesco cuando desaparece otro colombiano, buen jugador de ajedrez y, paso a paso, vamos descubriendo las claves de su personalidad gracias al traductor al árabe de Juan Goytisolo y a un francés comunista y homosexual.  Dos escritores forman parte del relato: Goytisolo y Julio Ramón Ribeyro (a cuya memoria dedica la novela), quien habrá de servirle de puente hasta encontrar un trabajo más digno en France Presse, como hicieran otros escritores hispanoamericanos.

Tres temas, además de la profunda soledad del individuo, centran el relato: el hambre, el sexo y la solidaridad de los miserables. El protagonista atraviesa toda suerte de penalidades: la necesidad de ducharse en los vestuarios de una piscina municipal, el lavabo comunitario. Así se describe el retrato del “otro” París. Hay abundantes referencias a la nueva narrativa hispanoamericana que sigue siendo la de siempre. El escritor marroquí Khair-Eddine traza ciertos paralelismos entre el exotismo de América y los tópicos del arabismo. Uno de los personajes más emblemáticos será el de Paula, cuya relación con el sexo libre ha de conducir al protagonista a conocerlo en todas sus variantes. Pero Paula, que acabará convirtiéndose en su confidente, lo sustituirá por la literatura. Escribir es también la salvación del protagonista. Como buen latinoamericano universitario lleva consigo una novela que corregirá cuando su vida se torna más ordenada. Sin embargo, el alcohol siempre está presente. Hay también drogas, prostitución.



Existe una comunidad colombiana, en la que conviven guerrilleros de diversas facciones con otros y otras, sin papeles, que intentan ganar algún dinero como la árabe, y personajes que viven su soledad en una ciudad consumista. Pero allí se advierte también que “los que habíamos llegado por la puerta de atrás, sorteando las basuras, vivíamos mucho peor que los insectos y las ratas”. La acción se sitúa en la primera guerra de Iraq. Gamboa narra con eficacia, sabe construir historias en un lenguaje directo, de forma confesional, invocando al lector. En la novela, sin embargo, casi todo es previsible. Los personajes se convierten en tipos. Apenas si cabe hablar de sorpresas.  Sí, es la historia de un escritor colombiano en un París sin Notre Dame, donde se caza un pato,  de noche,  en un lago con una red para comérselo horas después.  Donde se aprovecha cualquier invitación, donde todo parece tolerable, porque está en función de la diosa literatura.  Nos movemos en el miserabilismo que se ha convertido en dramática actualidad en la sociedad francesa marginal. En ella se descubre también lo auténtico, así como una exageración de tintes y un expresionismo negro, en un estilo directo; todo ello teñido de tópicos que resultan poco justificables, a medio camino entre lo autobiográfico y la invención.”


Joaquín Marco
El Cultural
17-11-2005

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