29 de gen. 2015

somni americà


En el Teatre Lliure de Gràcia avui estrenen “Somni Americà”, obra de teatre confeccionada a partir de fragments de les creacions de ErsKine Caldwell, Woody Guthrie, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Ben Reitman, William Saroyan, John Steinbeck i Tennessee Williams.

Transcrivim la presentació del muntatge: “Les Antonietes i La Kompanyia Lliure s'han ajuntat per fer la travessa dels grans autors dramàtics nord-americans del segle XX. A Amèrica tothom pot triomfar, si no el desperten del somni.

Durant els anys 20, els Estats Units d’Amèrica viu un decenni d’esplendor econòmic i social que s’acaba coneixent com “El somni americà”. Aquesta expressió ve a dir que qualsevol persona que treballi durament i amb perseverança pot ascendir en l’escala social fins el límit que ella mateixa es proposi. Gairebé cent anys després, aquesta definició s’ha allotjat al subconscient de la nostra societat amb tal força que l’èxit sembla ser la única opció vàlida per a tots els ciutadans del món.
Però què passa amb tots aquells que rebutgen aquest somni d’èxit individual i persegueixen un somni més petit i col·lectiu, fet a mida, un somni en el qual creure sense la necessitat d’estar eternament adormits? Hi ha lloc per a ells en el nostre món?”

Oriol Tarrasón

Fins l’1 de març.



28 de gen. 2015

Lois Long

Lois Bancroft Long
Quan parlem dels bojos anys vint novaiorquesos parlem de llibertat, parlem de festes, de charleston i de jazz, de gàngsters i de Llei Seca, i l'apogeu màxim del periodisme sensacionalista imposat pel magnat de la comunicació William Randolph Hearst.

Era també una època d'apogeu d'una nova societat, de l'Amèrica dels somnis on tots podien fer fortuna, un moment de transició social en què proliferaven diaris i revistes, i en la qual el periodisme prenia les seves cotes màximes de espectacularitat. Era, sobretot, una època de columnes d'opinió. Era aquella una època de cronistes. Entre els noms que van prendre una entitat pròpia i al marge de tot trobem un en particular, Lipstick (literalment, barra de llavis) que es va convertir en tot un referent per a les jovenetes de l'època. Es diu de Lipstick que va ser la primera cronista de moda de la història i que va obrir una nova forma de fer periodisme amb la ironia, el glamur i la crònica social com a fons. Darrere de Lipstick es trobava una jove, Lois Bancroft Long, a la qual amb el temps se li considerarà la inventora de la crítica de moda, sent "la primera crítica capaç d'acostar-se la moda com un art i per criticar la roba de les dones amb independència, la intel·ligència, l'humor i l'estil literari ".

Lois Bancroft Long (1901-1974) va néixer en ​​Stamford, Connecticut i es va graduar en el Vassar College . Long havia treballat en Vogue i Vanity Fair abans de trobar la fama en The New Yorker . Harold Ross, fundador i editor de la revista,  la va contractar per escriure una columna de la nit novaiorquesa. Sota el pseudònim de "Lipstick" , Lois va escriure sobre la decadència de la dècada amb un aire d'aplom, enginy i sàtira, convertint-se en tota una celebritat.

L'estil periodístic de Lipstick era únic i van ser pocs els que s'atrevien a copiar-lo. El consideraven agosarat, atrevit en excés, provocador. Malgrat les crítiques, Lois Long, fidel als seus principis, va començar a relatar cròniques en què el sexe i l'alcohol estaven molt presents. Hi havia qui considerava la seva columna atrevida, sobretot tenint en compte que la jove Lois havia treballat, durant un estiu, a la Biblioteca del Vaticà. Però Lipstick no caminava amb melindros. En les seves columnes, plenes d'ironia i crítica, es burlava obertament de les convencions sexuals i socials i narrava de forma oberta les seves aventures i desventures en alguns dels clubs de moda de la ciutat, on els personatges més influents de l'alta societat convivien amb músics, artistes bohemis i amb els que alguns denominarien "gent de mala vida".

Lipstick deia: "Demà et pots morir, així que anem a emborratxar-nos i fer l'amor."


Va ser columnista de The New Yorker fins a la mort del seu marit,  en 1968. 


26 de gen. 2015

A Telephone Call

Una llamada telefónica

Dorothy Parker

“Por favor, Dios, que llame ahora. Querido Dios, que me llame ahora. No voy a pedir nada más de ti, realmente no lo haré. No es mucho pedir. Sería tan poco para ti, Dios, una cosa tan, tan pequeña. Solo deja que llame ahora. Por favor, Dios. Por favor, por favor, por favor.
Si no pienso en eso, tal vez el teléfono suene. A veces lo hace. Si pudiera pensar en otra cosa. Si pudiera pensar en otra cosa. Quizá si cuento hasta quinientos de cinco en cinco, suene antes de que termine. Voy a contar lentamente. Sin trampas. Y si suena cuando llegue a trescientos, no voy a parar, no voy a contestar hasta que llegue a quinientos. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta... Oh, por favor, llama. Por favor.
Esta es la última vez que voy a mirar el reloj. No voy a mirar de nuevo. Son las siete y diez. Dijo que llamaría a las cinco. "Te llamaré a las cinco, cariño." Creo que fue en ese momento que dijo: "cariño". Estoy casi segura de que fue en ese momento. Sé que me llamó "cariño" dos veces, y la otra fue cuando me dijo adiós. "Adiós, cariño." Estaba ocupado, y no puede hablar mucho en la oficina, pero me llamó "cariño" dos veces. Mi llamada no puede haberlo molestado. Sé que no debemos llamarlos muchas veces; sé que no les gusta. Cuando lo haces ellos saben que estás pensando en ellos y que los quieres, y hace que te odien. Pero yo no había hablado con él en tres días, tres días. Y todo lo que hice fue preguntarle cómo estaba, justo como cualquiera puede llamar y preguntarle. No puede haberle molestado eso. No podía haber pensado que lo estaba molestando. "No, por supuesto que no", dijo. Y dijo que me llamaría. Él no tenía que decir eso. No se lo pedí, en verdad no lo hice. Estoy segura de que no lo hice. No creo que él prometa llamarme y luego nunca lo haga. Por favor, no le permitas hacer eso, Dios. Por favor, no.
"Te llamaré a las cinco, cariño." "Adiós, cariño." Estaba ocupado, y tenía prisa, y había gente a su alrededor, pero me llamó "cariño" dos veces. Eso es mío, mío. Tengo eso, aunque nunca lo vea de nuevo. Oh, pero es tan poco. No es suficiente. Nada es suficiente si no lo vuelvo a ver. Por favor, déjame volver a verlo, Dios. Por favor, lo quiero tanto. Lo quiero mucho. Voy a ser buena, Dios. Voy a tratar de ser mejor persona, lo haré, si me dejas verlo de nuevo. Si lo dejas que me llame. Oh, deja que me llame ahora.
Ah, no desprecies mi oración, Dios. Tú te sientas ahí, tan blanco y anciano, con todos los ángeles alrededor y las estrellas deslizándose en tu entorno. Y yo te vengo implorando por una llamada telefónica. Ah, no te rías, Dios. Verás, tú no sabes cómo se siente. Estás tan seguro, allí en tu trono, con el gran azul remoloneando debajo de ti. Nada puede tocarte, nadie puede torcer tu corazón en su mano. Esto es sufrimiento, Dios, esto es sufrimiento malo, malo. ¿No me ayudarás? Por el amor de tu Hijo, ayúdame. Dijiste que harías lo que se te pidiera en su nombre. Oh, Dios, en el nombre de tu único y amado Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que me llame ahora.


Tengo que parar esto. No debo ser así. Veamos. Supón que un hombre joven dice que va a llamar a una chica, y luego pasa algo y no lo hace. No es tan terrible, ¿verdad? ¿Por qué? Está pasando en todo el mundo en este mismo momento. Oh, ¿qué me importa lo que esté pasando en todo el mundo? ¿Por qué no puede sonar el teléfono? ¿Por qué no puede? ¿Por qué no? ¿No podrías sonar? Vamos, por favor, ¿no? Maldita cosa fea y brillante. ¿Es que te haría daño sonar? Oh, eso te haría daño. ¡Maldita sea! Voy a arrancar tus raíces sucias de la pared y te romperé esa cara negra y engreída en pequeños trozos. Vete al infierno.
No, no, no. Tengo que parar. Tengo que pensar en otra cosa. Esto es lo que voy a hacer. Voy a poner el reloj en la otra habitación. Entonces no podré verlo. Si quisiera mirarlo, tendría que entrar al dormitorio, y eso sería algo que hacer. Tal vez, antes de que yo lo vea de nuevo, él me llame. Voy a ser tan dulce con él, si me llama. Si dice que no puede verme esta noche, le diré: "No te preocupes, está bien, cariño. En serio, por supuesto que está bien." Voy a ser exactamente como era cuando lo conocí. Entonces tal vez le guste de nuevo. Yo era siempre dulce, entonces. Oh, es tan fácil ser dulce con la gente antes de amarla.
Creo que todavía debo gustarle un poco. No me habría llamado "cariño" dos veces hoy si ya no le gustara. No todo se ha perdido si todavía le gusto un poco, aunque sea solo un poquito. Verás, Dios, si dejaras que me llamara, no tendría que pedirte nada más. Sería dulce con él, sería alegre, justo del modo en que solía ser, y entonces él me amará otra vez. Y entonces yo nunca tendría que pedirte nada más. ¿No ves, Dios? Así que, ¿dejarías que me llame ahora? ¿Podrías, por favor, por favor?


¿Me estás castigando, Dios, por haber sido mala? ¿Estás enojado conmigo? Oh, pero, Dios, hay personas tan malas; no puedes castigarme solo a mí. Y no hice tanto mal, no podía haber sido tanto. No le hice daño a nadie, Dios. Las cosas solo son malas cuando se lastiman personas. No herí una sola alma, tú lo sabes. Tú sabes que no hice mal, ¿no, Dios? Así que, ¿dejarás que me llame ahora?
Si no me llama, voy a saber que Dios está enojado conmigo. Voy a contar a quinientos de cinco en cinco, y si no me ha llamado entonces, sabré que Dios no va a ayudarme nunca más. Esa será la señal. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta, cincuenta y cinco... Hice mal. Yo sabía que hacía mal. Muy bien, Dios, mándame al infierno. Crees que me asustas con tu infierno, ¿no? Eso piensas. Que tu infierno es peor que el mío.
No debo. No debo hacer esto. Supón que se le hizo tarde para llamarme; no hay que ponerse histérica. Tal vez no va a llamar; tal vez ya viene para acá sin llamar por teléfono. Se desconcertará si ve que he estado llorando. No les gusta que llores. No llores. Pido a Dios que pudiera hacerlo llorar. Me gustaría poder hacerlo llorar y rodar por el suelo y sentir su corazón pesado, grande y supurante dentro de él. Me gustaría poder hacerle pasar un infierno.
Él no me desea un infierno a mí. Ni siquiera sé si sabe lo que siento por él. Me gustaría que lo supiera, pero sin yo decirle. No les gusta que les digas que te han hecho llorar. No les gusta que les digas que eres infeliz por culpa de ellos. Si lo haces, piensan que eres posesiva y exigente. Y luego te odian. Te odian cada vez que dices algo que realmente piensas. Siempre tienes que seguir con los jueguitos. Oh, pensé que no era necesario, yo pensaba que esto era tan grande que podía decir lo que quería. Supongo que no se puede, nunca. Supongo que no hay nada lo suficientemente grande como para eso, jamás. ¡Oh, si él me llamara, no le diría que había estado triste por su culpa. Odian a la gente triste. Sería tan dulce y alegre que no podría evitar encariñarse conmigo. Si tan solo me llamara. Si tan solo me llamara.
Tal vez eso está haciendo. Tal vez viene para acá sin llamarme. Tal vez está en camino. Quizá le ocurrió algo. No, nada puede pasarle a él. No puedo siquiera imaginar tal cosa. Nunca me lo imagino atropellado. Nunca lo he visto tirado, quieto y largo y muerto. Me gustaría que estuviera muerto. Es un deseo terrible. Es un deseo encantador. Si estuviera muerto sería mío. Si estuviera muerto nunca pensaría en hoy y estas últimas semanas. Solo recordaría los tiempos espléndidos. Todo sería hermoso. Me gustaría que estuviera muerto. Me gustaría que estuviera muerto, muerto, muerto.
Qué tontería. Es una tontería ir por ahí deseando que personas mueran, tan solo porque no te llamaron a la hora que dijeron. Tal vez el reloj se adelantó, no sé si tiene la hora correcta. Quizá su tardanza no es real. Cualquier cosa podría haberlo retrasado un poco. Tal vez tuvo que quedarse en la oficina. Tal vez fue a su casa, para llamarme desde ahí, y alguien lo visitó. No le gusta llamarme delante de la gente. Tal vez está preocupado, aunque sea un poco, de tenerme esperando. Puede que incluso espere que yo lo llame. Yo podría hacer eso. Podría llamarlo.
No debo. No debo, no debo. Oh, Dios, por favor, no me dejes hacerlo. Por favor, prevén que me atreva. Yo sé, Dios, tan bien como tú, que si se preocupara por mí habría llamado sin importar dónde esté ni cuánta gente tiene alrededor. Por favor hazme saberlo, Dios. No te pido que me lo hagas fácil ni me ayudes; no puedes hacerlo, aunque pudiste crear un mundo entero. Solo hazme saberlo, Dios. No me dejes seguir con esperanzas. No quiero seguir reconfortándome. Por favor, no dejes que me llene de esperanzas, querido Dios. No, por favor.
No voy a llamarlo. Nunca lo llamaré de nuevo mientras viva. Puede pudrirse en el infierno antes de que lo llame. No hace falta que me des fuerza, Dios, ya la tengo. Si él me quiere, puede tenerme. Él sabe dónde estoy. Él sabe que estoy esperando aquí. Él está tan seguro de mí, tan seguro. Me pregunto por qué nos odian tan pronto están seguros de una. Pienso que sería tan dulce estar seguro.
Sería tan fácil llamarlo. Entonces sabría todo. Tal vez no sería tan tonto. Tal vez no le molestaría. Tal vez hasta le gustaría. Tal vez ha estado tratando de llamarme. A veces la gente trata y trata de llamar a alguien, pero el número no responde. No estoy diciendo eso para confortarme, eso pasa de verdad. Tú sabes que ocurre de verdad, Dios. Oh, Dios, mantenme lejos de ese teléfono. Mantenme lejos. Permíteme quedarme con un poco de orgullo. Creo que voy a necesitarlo, Dios. Creo que será lo único que tendré.
Oh, ¿qué importa el orgullo cuando no puedo soportar estar sin hablarle? Este orgullo es tan tonto y miserable. El verdadero orgullo, el grande, consiste en no tener orgullo. No estoy diciendo eso solo porque quiera llamarlo. No. Eso es verdad, yo sé que es verdad. Voy a ser grande. Voy a librarme de los orgullos pequeños.
Por favor, Dios, impídeme llamarlo. Por favor, Dios.
No veo qué tiene que ver el orgullo aquí. Esto es una cosa demasiado pequeña para meter el orgullo, para armar tal alboroto. Puede que lo haya malinterpretado. Tal vez él me dijo que lo llamara a las cinco. "Llámame a las cinco, cariño." Él pudo haber dicho eso, perfectamente. Es muy posible que no haya escuchado bien. "Llámame a las cinco, cariño." Estoy casi segura de que eso dijo. Dios, no me dejes decirme estas cosas. Hazme saber, por favor, hazme saber.
Voy a pensar en otra cosa. Voy a sentarme en silencio. Si pudiera quedarme quieta. Si pudiera quedarme quieta. Tal vez pueda leer. Oh, todos los libros son acerca de personas que se aman verdadera y dulcemente. ¿Qué ganan escribiendo eso? ¿No saben que no es verdad? ¿Acaso no saben que es una mentira, una maldita mentira? ¿Por qué deben escribir esas cosas, si saben cómo duele? Malditos sean, malditos, malditos.
No lo haré. Voy a estar tranquila. Esto no es nada para alterarse. Mira. Supón que fuera alguien que no conozco muy bien. Supón que fuera otra chica. Entonces marcaría el teléfono y diría: "Bueno, por amor de Dios, ¿qué te ha pasado?" Eso haría, sin pensarlo apenas. ¿No puedo ser casual y natural solo porque lo amo? Puedo serlo. Honestamente, puedo serlo. Lo llamaré, y seré tan ligera y agradable. A ver si no lo haré, Dios. Oh, no dejes que lo llame. No, no, no.
Dios, ¿realmente no vas a dejar que llame? ¿Seguro, Dios? ¿No podrías, por favor, ceder? ¿No? Ni siquiera te pido que dejes que llame ahora, Dios, solo que lo haga dentro de un rato. Voy a contar quinientos de cinco en cinco. Voy a hacerlo despacio y con parsimonia. Si no ha telefoneado entonces, lo llamaré. Lo haré. Oh, por favor, querido Dios, querido Dios misericordioso, mi Padre bienaventurado en el cielo, ¡que llame antes de entonces! Por favor, Dios. Por favor.
Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco...”

A Telephone Call,

enero 1928

23 de gen. 2015

poemes perduts

Encara que és coneguda sobretot pels seus relats, Dorothy Parker, durant els primers anys de la seva carrera, va escriure més de tres-cents poemes per importants revistes i diaris nord-americans, com Vogue, Vanity Fair i The New Yorker

Al seu país s'havien publicat antologies de la seva obra poètica, però va ser el 1996 quan Stuart Y. Silverstein va recopilar els cent vint poemes “perduts” amb què es completava la seva producció.

 Pocs temes escapen a la irònica mirada de la Parker, centrant-se especialment en la vida novaiorquesa de principis del segle XX. Els seus versos són imprescindibles per entendre aquells anys que van precedir a la Gran Depressió.

“Los poemas perdidos”
Dorothy Parker
Traductors:  Guillermo López Gallego i Cecilia Ross


Editorial Nórdica, 2013

Plenitud

No me siento a suspirar por riquezas insólitas,
no es algo que figure en mis planes;
rehúyo vuestros montones de oro tintineante…
Me quedo con mi tesoro resplandeciente de sueños dorados.
Una vida de comodidad con limusinas y joyas
no es más que un aburrimiento insondable.
Vuestros coches, vuestras perlas, vuestras pieles…
No son nada para mí.

Mejor un piso sencillo en el remoto Harlem
que los espurios beneficios de una vida costosa;
mejor el humilde bizcocho de mantequilla de Childs
que caviar y un buey cebado en el Ritz.
Vuestro oro inmerecido, para mí, está repleto de defectos;
prefiero una vida de trabajo honrado,
lo cual resulta perfecto, porque
es lo que tengo.

Dorothy Parker

21 de gen. 2015

el humo de lejanas fiestas


Dorothy Parker: el humo de lejanas fiestas
por Manuel Vicent

“En el bar clandestino Jack and Charlie donde corrían ríos de alcohol durante la Ley Seca, Dorothy Parker se sentó en el taburete de la barra y encendió un chesterfield. "¿Qué desea tomar?", le preguntó el camarero. La escritora contestó: "No más catástrofes". En mitad de su vida tormentosa Dorothy Parker había descubierto que el paganismo tenía un error fundamental. "Bebe y baila, ríe y miente, ama, toda la tumultuosa noche, porque mañana habremos de morir", había escrito en uno de sus poemas, pero ella no lograba morirse, pese a haberlo intentado dos veces hasta ese momento, una cortándose las venas con la cuchilla de afeitar y otra con una sobredosis de Veronal. Quien no conociera su frustrado galope interior podría pensar que no tenía razones para largarse de este mundo, ya que entonces aún era la reina de un grupo de exquisitos y privilegiados intelectuales, periodistas, críticos literarios y actores neoyorquinos, que en los años de entreguerras tenía asiento en la Mesa Redonda del hotel Algonquin, en un almuerzo diario seguido de una tertulia hasta media tarde, donde ella hizo famosa su lengua mordaz.

Eran los tiempos en que los crupieres en los garitos de Nueva York llevaban sombrero de copa con una gardenia en el ojal y los caballeros estrenaban pantalones con pliegues en la cintura y lucían los primeros borsalinos de ala blanda. La revista Vanity Fair dictaba la moda y Dorothy Parker publicaba allí relatos y poemas, y además llevaba la crítica teatral de forma desconcertante y divertida, con la acidez precisa para ser temida y halagada por sus propias víctimas.

Había tomado el apellido de su primer marido, Eddie Parker, un corredor de bolsa tempranamente alcoholizado, vástago de prestes presbiterianos, muerto por sobredosis de otras pastillas. Ella se apellidaba Rothschild. Nada que ver con los famosos banqueros. Su padre era un sastre judío, rico de medio pelo con ínfulas, casado con una gentil de buena familia, que se permitía el lujo de veranear en Long Island junto a las mansiones de algunos magnates. Durante las vacaciones de 1893 allí nació Dorothy. Era, pues, medio judía y medio neoyorquina. Todos los veranos sus padres volvían a esa playa y allí comenzó ella a escribir los primeros poemas, allí inició sus gracias malvadas y allí creció. Si su cuerpo no sobrepasó el metro y medio de altura, en cambio no hubo nadie con la lengua más larga.

Muy joven todavía, Dorothy Parker emprendió una galopante agonía hacia la seducción: beber, abrirse paso hacia la gloria picando como una avispa, superarse a sí misma con salidas inteligentes y malignas, repartir su amor a partes iguales entre sus perros, maridos y amantes, despreciar a los ricos pero desear su dinero, matarse por estar donde había que estar en el momento oportuno, acostumbrarse a escribir con resaca y esperar que el whisky prohibido fuera escocés no adulterado, ése fue su fuego por dentro y así todos los días, incapaz de no verse siempre rodeada de amigos, hasta abrasarse al pie de su propio altar al final de la madrugada. Los ejemplares divinos de Nueva York pasaban por la tertulia del hotel Algonquin, en el 59 de la calle 44, Oeste, de modo que Dorothy terminó por vivir allí en una suite donde sus amantes entraban y salían como si se tratara de una oficina de Correos.

Hubo unos años de esplendor en que esta mujer estaba en la boca de todos. El público repetía sus ocurrencias. Su vida siempre estuvo por encima de su obra, pero ella fue un punto de unión entre los personajes y escritores del momento. En sus viajes y regresos, con amantes o sin ellos, en esta escritora confluían Hemingway, Scott Fitzgerald, Faulkner, Dashiell Hammett, Hollywood al final del cine mudo, la época dorada de Montparnasse o las vacaciones en la Riviera, siempre invitada por amigos ricos que necesitaban de su ingenio en la sobremesa o en las copas en los sillones de mimbre de los jardines para sentirse maravillosos, malvados y evanescentes. Un día se cruzó en el boulevard Saint Germain con James Joyce y al verlo andar tan cabizbajo comentó: "Me figuro que tiene que tener miedo a que se le caiga una perla". De las fiestas en la mansión del magnate Swope en Long Island sacó Scott Fitzgerald los personajes de la novela “El Gran Gatsby”. Allí estaba Dorothy Parker y algunos de esos personajes habían pasado por su cama.

De la misma forma que dilapidaba la vida comportándose como un chico travieso, así derramaba también su literatura. Sembró de relatos y poemas todas las revistas que merecían su talento, Vanity Fair, Vogue, Life, Harper's, The Saturday Evening Post, Esquire, pero fue en The New Yorker, del que era accionista, donde se vació entera desde el primer número. Un día se puso de rodillas y rezó: "Dios querido, te ruego que hagas que deje de escribir como una mujer". Sus letras dieron glamour a canciones de Irving Berlin y Cole Porter. La primera grabación de la orquesta de Glenn Miller, en 1932, era uno de sus poemas titulado: "Cómo iba yo a saber que esta felicidad era el amor". Y en Hollywood escribió guiones a tanto la página en los boxes de la MGM desafiando a alcohol duro a los grandes borrachos cuando Scott Fitzgerald, convertido en una ruina, sólo bebía cocacola para purgarse.

Aunque parecía una frívola, siempre con un lulú en brazos, dispuesta a continuar siendo aquella niñita judía tan lista, que soñaba con beber champaña en un lupanar, nunca dejó de ser una radical, lo mismo en el placer que en la justicia. A raíz de la ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzetti, en 1927, se la vio por las calles de Boston junto a John Dos Passos en un acto de protesta cantando la Internacional con falda bordada y bufanda de seda. Años antes había realizado desde París una descubierta por España en compañía de la tropa de Hemingway, pero su estómago no estaba preparado para platos tan fuertes. Vomitó en una corrida de toros, se compadeció de la miseria que veía y se volvió a Montparnasse, pero poco después ya era una activista de izquierdas y en plena Guerra Civil volvió a Madrid con su nuevo y último marido, Alan Campbell, escritor de segunda, a visitar hospitales de sangre, a compartir cigarrillos y obuses con los milicianos en Valencia.

No tanto sufrir como dejar de disfrutar, se decía viendo el final reflejado en el espejo del alcohol. Aquellos seres divinos de la Mesa Redonda del hotel Algonquin habían muerto y ella se quedó sola. Un miércoles, 7 de junio de 1967, dejó de existir de un ataque al corazón, en la soledad de un hotel, en Nueva York, junto a su perro Troy. Los 20.000 dólares que le quedaban los dejó en herencia a Martín Luther King. Sus cenizas fueron esparcidas en el jardín de una villa de Long Island, donde sólo quedaba el humo de lejanas fiestas.

El País
Daguerrotipos

29/12/2007

19 de gen. 2015

Dorothy Parker i Dagoll Dagom

T'odio amor meu és una obra de teatre musical de la companyia Dagoll Dagom, basada en contes de l'escriptora americana Dorothy Parker i amb cançons de Cole Porter. El guió és obra de Joan Lluís Bozzo, Anna Rosa Cisquella i Miquel Periel, i la música té arranjaments de Joan Vives Sanfeliu. Es va estrenar el 10 de gener de 1995 al Teatre Victòria de Barcelona, amb direcció de Joan Lluís Bozzo i direcció musical de Joan Vives.

Repartiment:
Elles: Carme Cuesta, Nina, Victòria Pagès, Montse Pérez, Mont Plans.
Ells: Carlos Gramaje, Òscar Mas, Pep Anton Muñoz.


Font: Viqupèdia




17 de gen. 2015

nou llibre de Joan Margarit

El passat dia catorze s'ha publicat, a Proa, un nou llibre de poemes de Joan Margarit. "Des d'on tornar a estimar". Transcrivim un poema del llibre

Assegut en un tren contemplo els camps
i de sobte, fugaç, passa una casa
que és el llampec d’alguna veritat.
Seria un error baixar del tren.
Ja no hi seria.
Estimar és on, i sempre hi ha una cosa
que m’ho revela: un terrat al sol,
la tarima del director d’orquestra
sense ningú, només amb una rosa,
mentre al voltant els músics toquen sols.
Un dormitori a l’alba, un camp segat.
Per descomptat, el cant d’aquells ocells
al cementiri un matí de juny.
Estimar és on.
Perdura al fons de tot: és d’on venim.

I és aquell lloc on va quedant la vida.

Joan Margarit


15 de gen. 2015

el cercle viciós


“La senyora Parker i el cercle viciós” és una pel·lícula americana de l’any 1994 escrita pel guionista i director de cinema Alan Rudolph i el periodista Randy Sue Coburn. Dirigida per Rudolph, va estar protagonitzada per Jennifer Jason Leigh com l'escriptora Dorothy Parker.

La pel·lícula recorda els membres de la Taula Rodona d'Algonquin , un grup d'escriptors, actors i crítics que es van reunir gairebé tots els dies de la setmana des de 1919 fins a 1929, en el hotel Manhattan’s Algonquin.

Un grup de famosos escriptors, crítics i periodistes del New York dels "bojos vint" es reunien per menjar, cada dia, al l'hotel "Algonquin". Les tertúlies de sobretaula  es van reflectir en les columnes que alguns d'ells escrivien, sobretot en el "New Yorker". L'ambient que s'hi va crear va ser propici perquè es desenvolupés el mes fructífer grup de creadors, autoanomenats  "Cercle viciós", de la història contemporània dels Estats Units. 

Quan es van separar, el 1929, la seva influència va impregnar, com cap altra, la cultura nord-americana.

Fitxa tècnica de la pel·lícula:

Títol : Mrs. Parker and the vicious circle
Direcció: Alan Rudolph
Any: 1994

Repartiment: Jennifer Jason Leigh, Campbell Scott, Matthew Broderick, Peter Gallagher, Jennifer Beals, Andrew McCarthy, Wallace Shawn, Martha Plimpton, Sam Robards, Lili Taylor

14 de gen. 2015

estrena teatral


El proper dissabte, disset de gener de 2015, els companys de Passi-ho-bé Teatre posen en escena, al teatre de l'Ateneu de Cerdanyola del Vallès (18 hores), una obra escrita per Adolfo Marsillach i que no va poder veure estrenada: "Estraño anuncio".


L'obra, complexa i atrevida, combina suspens, ironia i humor. Adolfo Marsillach va concebre l'obra com un joc en el qual va bolcar totes les seves inquietuds sobre el fraccionament de l'ésser, sobre el fet que som a la vegada protagonistes i espectadors de la nostra vida. Com va dir ell mateix l’any 1992: "ens converteix a la vegada en actors i públic, en observadors i observats, en vius i morts".


12 de gen. 2015

l'autora del mes, 2


“…el món era nou i brillant i Dorothy Parker era una de les persones més noves i brillants que hi habitaven. Era una dona màgica, encantadora, [...] mai ningú va po­der considerar-la desapassionadament, mai ningú va poder definir-la amb exactitud. Durant una certa època va ser rica, famosa i poderosa, [...] la citaven els articulistes dels diaris i pràcticament li van ser atribuïts tots els comentaris brillants de la seva època. Els seus llibres de poemes es van convertir tot seguit en èxits de vendes. Els subscriptors de The New Yorker llegien abans que res els textos que ella hi publicava. Una generació d'universitaris la va adorar, per­què va reflectir, expressar i ajudar a establir un estil nou tant en la vida com en l'art dels Estats Units de la fi dels anys vint i principis dels trenta.”

John Keats


el 1914 va publicar un poema a la revista Vanity Fair 

11 de gen. 2015

Binta i la gran idea


“Binta i la gran idea” és un curtmetratge dirigit per Javier Fesser. 
El curtmetratge forma part de la pel·lícula “En el Món a cada estona”, on cinc directors mostren la seva pròpia visió sobre les diferents realitats que afecten la infància. En el curt se'ns mostra la necessitat d'una educació per a les nenes del Tercer món.


El pare de Binta , un humil pescador, preocupat pel progrés de la humanitat, està entestat a dur a terme una cosa que se li ha ocorregut, per això, escriu una carta que acaba portant al governador.

Al mateix temps, la prima de Binta, Soda, no pot anar a l'escola, ja que el seu pare no la deixa. Al llarg del curtmetratge, el professor de l'escola prepara una obra de  teatre, en lal qual es narra la història d'una nena que vol anar a l'escola, però que no la deixen.

Tota la pel·lícula tracta sobre aquests dos temes paral·lels.

l'autora del mes

“Hazel Morse era una mujer corpulenta, de cabello claro, del tipo que incita a algunos hombres, cuando usan la palabra “rubia”, a chascar la lengua y menear la cabeza pícaramente. Se enorgullecía de sus pies pequeños y su vanidad le hacía sufrir, pues los encajaba en zapatos de punta roma y tacón alto, de la talla más pequeña posible. Lo más curioso en ella eran las manos, extrañas terminaciones de los brazos fofos y blancos, salpicados de manchas de color canela claro, unas manos largas y temblorosas, de grandes uñas convexas. No debería haberlas desfigurado con pequeñas joyas.

No era una mujer dada a los recuerdos. A sus treinta y cinco años, su primera juventud era una secuencia borrosa y fluctuante, una película imperfecta que mostraba las acciones de personas desconocidas.

Su madre viuda murió tras una enfermedad muy larga, que la sumió en un letargo mental, cuando Hazel tenía veintitantos años, y poco después la joven consiguió empleo como modelo en un establecimiento mayorista de vestidos femeninos. Aún era la época de la mujer imponente, y por entonces ella tenía una tez bonita, el cuerpo erguido y los pechos firmes. Su trabajo no era fatigoso, conocía a muchos hombres y pasaba numerosas veladas con ellos, les reía las gracias y les decía cuánto le gustaban sus corbatas. Ella le gustaba a los hombres, y daba por sentado que gustar a muchos hombres era algo deseable. La popularidad parecía valer el esfuerzo que era preciso hacer para lograrlo. Una gustaba a los hombres porque era divertída, y si les gustabas te invitaban a salir. Así pues, era divertida y tenía éxito. Era una mujer alegre y despreocupada, y a los hombres les gusta esa clase de mujer.

Ninguna otra clase de diversión, más sencilla o más complicada, le llamaba la atención. Nunca se preguntaba si no sería una ocupación mejor hacer alguna otra cosa. Sus ideas, o, mejor dicho, sus aceptaciones, eran exactamente las mismas que las de otras rubias imponentes de las que era amiga.
Cuando llevaba varios años trabajando en el establecimiento de vestidos, conoció a Herbie Morse, un hombre delgado, vivaz, atractivo, de ojos castaños y brillantes y la costumbre de mordisquearse con saña la piel que rodea las uñas. Bebía mucho, cosa que a ella le parecía divertida. Normalmente le saludaba con una alusión a su estado de la noche anterior.

—Vaya trompa que llevabas —solía decirle riendo—. Cuando insistías en bailar con el camarero, creí que me moría.

Se gustaron nada más conocerse.  A ella le divertían muchísimo sus frases rápidas y farfulladas, sus interpelaciones de frases apropiadas para vodeviles y tiras cómicas; le emocionaba la sensación del delgado brazo masculino firmemente colocado bajo la manga de su abrigo, y quería tocarle el cabello húmedo y liso. Él se sintió atraído de inmediato, y mes y medio después de conocerse se casaron.

Le encantaba la idea de ser una novia, coqueteaba, jugaba con ella. Había tenido otras ofertas matrimoniales, y no precisamente pocas, pero todas sin excepción procedían de hombres gruesos y serios que habían visitado el establecimiento mayorista como compradores, hombres de Des Moines, Houston, Chicago y, como ella decía, lugares todavía más chistosos. La idea de vivir en cualquier parte que no fuese Nueva York siempre le había parecido de una enorme comicidad. No podía considerar serias las proposiciones que significarían residir en el Oeste.

Ella quería casarse. Se acercaba a la treintena y los años no le sentaban bien. Su cuerpo se ensanchaba y ablandaba, el cabello se le oscurecía y lo trataba con inexpertos toques de peróxido. Había momentos en los que experimentaba accesos de temor por su trabajo, y tras dos mil veladas siendo una mujer alegre y despreocupada entre sus conocidos masculinos, había llegado a ser más meticulosa que espontánea con aquella clase de relaciones.
Herbie ganaba bastante dinero, y alquilaron un pisito en una zona residencial, cuyo mobiliario era de estilo misional californiano, con una lámpara en forma de globo de cristal de color rojo oscuro colgada del centro del techo; en la sala de estar, que contenía demasiados muebles, había un helecho bostoniano y una reproducción de la Magdalena de Henner, cuyo cabello rojizo contrastaba con las colgaduras azules. El dormitorio estaba pintado con esmalte gris y rosado, y había una fotografía de Herbie sobre el tocador de Hazel y otra de ésta en la cómoda de Herbie.

Cocinaba —era una buena cocinera— e iba al mercado y charlaba con los chicos de reparto y la lavandera de color. Le gustaba el piso, le encantaba su vida, amaba a Herbie. Durante los primeros meses de su matrimonio le ofreció toda la pasión de que era capaz. No se había dado cuenta de lo fatigada que estaba. Era una delicia, un nuevo juego, una fiesta dejar de ser una mujer alegre y despreocupada.”


Una rubia imponente
(fragment del relat)
Dorothy Parker
traducció Jordi Fibla


9 de gen. 2015

Anna

faro de Böttö, en el puerto de Göteborg

“¿Qué buscaba yo con mi exploración a lo largo de la vida de tres mujeres? ¿No estaría, acaso, buscando mi propia meta?

Pues si es así, no acerté. Y es que no hay ninguna meta. O por lo menos, tengo la impresión de que no es posible volverla a encontrar, desde luego no lo es con mi forma de buscarla. Todo resultaba, en la práctica, mucho más complejo y contradictorio, mucho más grande, más obscuro de lo que había sospechado la niña.

Ni siquiera sé si ahora lo comprendo mejor. Pero, por lo menos, me he enseñado mucho a mi misma, y te aseguro, puedes creerme,  que no tengo la menor intención de hacer lo que tú, mamá, o sea, rendirme ante la verdad desmigajada en miles de verdades.

(…)

Nunca más volveré por aquí”


Las hijas de Hanna
Marianne Fredriksson


8 de gen. 2015

Jaime, 25 años


No volveré a ser joven

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma

"Poemas póstumos" 1968

7 de gen. 2015

les filles de Hanna


“Casi igual de extraño era para mí lo que estaba ocurriéndome con mi madre. Yo había pensado que ya, por fin me había liberado de ella. Pero no era así porque ahora volvía con toda la fuerza de que puede hacer gala una madre. Las madres, después de todo, son lo único que ha existido siempre.
Empecé a tener largas conversaciones con ella. Conversaciones mudas, pero que, para mí, eran las verdaderas. Estábamos las dos sentadas a la mesa, después de comer, el primero de mayo, y yo había participado en la manifestación y oído las canciones de lucha y visto el crujiente ondear de las banderas rojas al viento.
Dije:
- ¿Pero qué es lo que puede parecerte mal en que la gente pobre exija sus derechos?
Y ella respondió:
—Las cosas van mal cuando la gente deja de ser humilde. ¿Quién va a hacer todo lo que es necesario hacer si deja de haber pobres? No vas a decirme que serán los ricos los que se limpien su propia suciedad.
—Pero madre, tienes que hacerte cargo de que los tiempos han cambiado.
—Sí, ya me he dado cuenta. Ahora la gente odia,
—Algo hay de eso, madre. El odio está madurando, y la verdad es que ya era hora, v pronto podrá dar fruto.
— ¿Y qué sabor crees tú que tendrá?
—Pues pienso que tendrá un sabor algo áspero, como las bayas del endrino, madre, esas que tú siempre has dicho que son tan útiles,
—Pero no se puede vivir solo de bayas de endrino.
—No, desde luego, pero sí que se puede vivir de un sueldo honrado y de un trabajo seguro. Esto es algo nuevo, madre, algo en lo que tu jamás pensaste.
— ¿Y cómo se llama?
Pues justicia, madre.”
  
Las hijas de Hanna
Marianne Fredriksson



nous sommes Charlie
Vespres Literaris


6 de gen. 2015

cada persona té la seva música


Marina Tsvietáieva
Mi madre y la música
Acantilado, 2012

Mi madre y la música es una bella evocación de la infancia, pero, sobre todo, de la presencia de la madre a través de un elemento familiar como es el piano. Un relato que  transporta a un mundo donde lo cotidiano adquiere una dimensión mágica.


“Cuando en vez del tan deseado, previamente decidido, casi ordenado hijo varón Alexandr, nací solamente yo, mi madre, tras haberse tragado orgullosa un suspiro, dijo: «Por lo menos será músico».
Y cuando, antes de cumplir un año, mi primera palabra, evidentemente desprovista de sentido pero del todo clara, resultó ser «gama», mamá se limitó a confirmar: «Lo sabía», – y a partir de ese momento se puso a enseñarme música,…”
(fragment)




“Ya en casa, Anna pasó su primer día de trabajo buscando por los estantes, mirando títulos de libros abriéndolos a bulto, encontrando palabras que en otros tiempos habían tenido un gran sentido para ella.
¿Estaría buscando ejemplos?
No, Sus ideas eran más prácticas. Estaba pensando en la mejor manera de empaquetarlo bien todo, y en si habría sitio para tanta cosa en las dos casitas a la vera del lago. Rickard acababa de decirle lo mismo que mucho antes le había dicho Ragnar a Hanna:

Marina Tsvietáieva
— Mira, no quiero basura, la basura lo mejor es tirarla.
Y esto le hizo pensar exactamente lo mismo que Hanna había pensado entonces:
“¿Y qué voy a hacer yo ahora con todo lo que he ido acumulando aquí a lo largo de los años?”
Se paró ante los estantes donde tenía los libros de poesía, y se quedó un rato entre Ekelöf, Stagnelius, Martinson y Boye. Y entonces, sólo entonces, se le ocurrió que lo que estaba buscando era una música, la música de su madre. Y se dijo que cada persona tiene su propia música, una música que es exclusivamente suya. Evidentemente, no iba a encontrar ahora la música de su madre, no la encontraría en aquel sitio, eso desde luego. Y sabía muy bien que sería presuntuoso por su parte creer que iba a poder hacerla sonar como había sonado en otros tiempos.
Pero, con un poco de paciencia, y sabiendo esperar, acabaría encontrando, posiblemente, la clave.”

Las hijas de Hanna
Marianne Fredriksson