30 de maig 2007

L'Atles Furtiu

El primer Mapamundi
L'Atles furtiu
Premio Sant Jordi de novela 1997
Alfred Bosch
Columna
Barcelona, 1998 (7ª)
321 páginas



Cresques d’Abraham es un reputado cartógrafo mallorquín. En su taller del barrio judío de Ciudad de Mallorca trabaja con su joven hijo Jafudà, el narrador de la novela. La trama se inicia con el encargo de un mapamundi por parte del rey de la Corona de Aragón, Pere IV el Ceremoniós, “El més gros, formós i poblat que mai haurà dibuixat cap home” (p. 24), al maestro Cresques. Pasado un tiempo, el maestro cartógrafo le comunica a sus hijos la intención de realizar un segundo Atlas que recogiera no solo los lugares y datos conocidos para la época, sino también todas las leyendas y secretos sobre los lugares más ignorados y lejanos del mundo.”A la segona parlarem de tot el que aprenguem, fals o vertader. Ens trobarem amb moltes llegendes y fantasies, i no cal dir que cometrem errors greus. Però deixarem una compilació única del saber humà. Els navegants i els mestres de demà s’encarregaran de separar les veritats de les il.lusions” (p.46) Para la confección de este segundo Atlas secreto, contaran con la inestimable ayuda de dos singulares personajes: un viejo armenio ciego, Betros, y una princesa africana, Selima. Una vez finalizados los mapas, el joven Jafudà recibe el encargo de llevarlos a la ciudad de Barcelona. Una vez en la ciudad, el atlas secreto desaparece, iniciando nuestro protagonista las aventuras, en medio de fuertes intrigas, que le llevarán a su recuperación.

La estructura del relato no sigue la tradicional estructura cronológica, tan habitual en las novelas históricas, sino que se divide en seis capítulos y un epílogo. Cada capítulo gira entrono a uno de los personajes principales de la novela: El primero es Jafudà, el narrador. Este capítulo nos introduce en el ambiente de la época, la división estamental de las ciudades, las persecuciones de los judíos (encerrados en unos barrios intrincados y separados de la ciudad por enrejados), por parte de unas masas exaltadas por los sermones de los monjes dominicos, singularizados en la figura de Vicente Ferrer; y, por encima de todos ellos, el peor enemigo de la época: la peste negra, omnipresente en estos años de la Baja Edad Media.
El segundo capítulo está dedicado al maestro y padre de Jafudà, Cresques d’Abraham, en el mismo conocemos el arte de la cartografía, del cual los judíos mallorquines de entonces se encontraban entre los mejores. El viejo armenio Betros, en el tercer capítulo, nos transporta a los misterios del lejano Oriente, de la Ruta de la Seda y de los viajes de Marco Polo; así como al avance del Islam por esas tierras, que va cerrando las viejas rutas terrestres hacia Oriente. El secretario del príncipe Joan I, el Caçador y notario de la Corona, Bernat Metge, es el protagonista del cuarto capítulo. De su mano entramos en el mundo de las cancillerías reales, del poder y las intrigas que las rodean. Bernat es el arquetipo del modelo renacentista de gobernante “maquiavélico”.
La princesa negra Selima, amor ardiente de nuestro narrador, nos transporta, con las historias que narra en el quinto capítulo, a las tierras inexploradas más allá de las Islas Afortunadas, esas tierras subsaharianas que un loco navegante mallorquín, Jaume Ferrer, intentó conocer y nunca volvió para contarlo. A la narración sobre las primeras noticias sobre las islas de Madeira y Azores o las leyendas que corrían sobre una tierra desconocida allá hacia el poniente .El capítulo dedicado a Jaume, nombre cristiano de Jafudà después de su conversión, es el del desenlace de una derrota, del fin de un mundo y una forma de entender la vida.

Bosch se ha documentado profusamente para la realización de esta obra. Todos los personajes que desfilan por la misma son reales a excepción de Betros y Selima. En un período de fuertes cambios y tensiones, los personajes desempeñan la función de arquetipos humanos de la época: Jafudà representa al hombre nuevo renacentista, que duda de todo y desea basar su trabajo en hechos conocidos y empíricos. Frente a él, su padre está todavía ligado a las viejas tradiciones, al mundo medieval que agoniza. Bernat Metge, ya lo hemos insinuado, es un hombre refinado, emprendedor y ambicioso. Betros y Selima nos guían por aquellos territorios de leyenda e ilusión que adornaban las crónicas de la época. Los reyes y príncipes, en la trama, representan el triste papel de responder al dictado de sus ambiciones personales, al igual que los eclesiásticos. Frente a ellos se adivina un pueblo que vive, gracias a ellos, con penuria los desastres que se les vienen encima.

La obra se desarrolla en las postrimerías del siglo XIV, cuando la Corona de Aragón alcanzó su máximo esplendor y dominio del Mediterráneo, pero, también, inició la decadencia que marcaría su tránsito por el Renacimiento y el Barroco europeo. Arranca la obra en 1.375, fecha cierta de la elaboración del Atlas Català (documento que inspira toda la trama) ; y finaliza con los grandes asaltos a los barrios judíos de Barcelona y Ciudad de Palma, del 1.391.Un mundo había agonizado y moría.



“El paradís pot ser a quealsevol emplaçament si el portem a dins….No tot ha finat, no tot ha mort. Hi ha tres recordatoris sota el taronger, sí, tres memòries d’un deixeble de Crist, un de Moisés i una de Mahoma, que evoquen una vida que ja no tornarà. … Sí, encara busco el meu bocí de paradis perdut…. I negaré davant del món, amb la veu ben alta i clara, allò que tots hem après: que els paradisos sempre acaben en expulsió.” (pp. 316-321)

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